Proyectos Frankenstein: ¿Qué son y cómo aprender a quererlos?

Planificación, arquitectura y ética para una transformación digital resiliente.

La novela gótica Frankenstein o el moderno Prometeo fue publicada en 1818 por la escritora británica Mary Shelly. La hayamos leído o no, todos más o menos conocemos o nos suena la historia del estudiante de medicina obsesionado con crear figuras humanoides a partir de la conjunción de distintas partes de otros cuerpos.

Pero más allá del trasfondo de terror, vale la pena repasar algunos fragmentos de la novela original, que va mucho más allá de una historia de miedo, y toca temas tan interesantes como la ética científica, la soberbia humana y la creación.

Los proyectos Frankenstein

A falta de mejor nombre para ellos, conversando con mi equipo sobre los desafíos que tenemos para trabajar con distintos tipos de clientes, nos surgió bautizar como proyecto Frankenstein a aquellos proyectos que se nos presentan como los más desafiantes.

Desde que comencé en esto vengo observando (quizás a muchos de los que estén leyendo también les pase), que existe una tendencia en el mercado a ir sumando proyectos de transformación digital de manera aislada y puntual, por distintas áreas o diferentes equipos, sin que exista una aparente coherencia o estrategia de fondo y con la idea de que todo va a converger en algún momento.  Una mano por acá, un brazo por allá, una pierna por el otro lado.

Los proyectos tecnológicos, así como el cuerpo humano ensamblado por Victor Frankenstein, son más que la suma de las partes. Cinco dedos separados y una palma no hacen una mano.

En los últimos meses intenté trabajar mucho este tema con el equipo y con personas a las que admiro y de las que aprendo todos los días. Un argumento que surgió en repetidas ocasiones como una especie de justificación para la proliferación de proyectos Frankenstein es que generalmente un proyecto de transformación digital no nace desde cero. Tal vez sí en el ámbito teórico pero en la práctica cotidiana generalmente nos encontramos con organizaciones que tienen sus propios procesos, algunos desarrollos, y que no están dispuestas (o sencillamente no pueden) borrar todo y volver a empezar.

Y esto es natural, entendible y lógico. Es casi el “approach correcto” porque la tecnología se construye para posibilitar iniciativas de negocio. La tecnología es soporte. Es “normal” entonces que aparezcan Frankensteins. Coincidimos en que el equilibrio tiene que buscar construir el negocio primero, para luego pulir la tecnología que lo soporta.

El proceso de transformación digital es una operación quirúrgica en un paciente vivo (Algo que no pasaba, por suerte, con el amigo Frankenstein). Implica ensuciarse las manos, involucrarse en la cultura del cliente y que el cliente también se empape de la nuestra. Bien entendida, la transformación digital implica un proceso que va más allá de los sistemas y tiene que ver con una forma de trabajar. Lo que tan comúnmente llamamos Cultura.

La pregunta ética

Así como la novela de Mary Shelley puede ser un ensayo de ética científica más que una historia de terror, cuando hablamos de proyectos Frankenstein también tenemos que hacernos una pregunta ética. Quienes trabajamos en transformación digital, ¿Somos simples ejecutantes técnicos del deseo de urgencia del negocio? ¿O tenemos un mandato ético para generar sistemas resilientes y sustentables que sean (o puedan ser) más que la suma de las partes?

Como escribí hace algunos meses (les dejo el artículo por si quieren leerlo), hemos avanzado demasiado rápido en algunos procesos de transformación digital y los alambres con los que atamos los proyectos se están tensionando.

En uno de los pasajes más interesantes de la novela, la criatura creada por el singular doctorpopularmente conocida como El Monstruo de Frankenstain menciona las siguientes palabras ante la experiencia de ver su propio rostro:

¡Cómo me horroricé al verme reflejado en el estanque transparente! En un principio salté hacia atrás aterrado, incapaz de creer que era mi propia imagen la que aquel espejo me devolvía.

Los Proyectos Frankenstain son los que nadie quiere. Todos lo ven como un monstruo, imposible de controlar, sin arreglo. Y existe una tendencia a intentar eliminarlo para empezar desde cero. En lo personal, siempre me gustaron este tipo de desafíos y no creo que eso sea necesario. No importa desde donde partas, importa a dónde quieras llegar.

Frankenstain puede asustar a la mayoría, e incluso a sí mismo. Pero no a nosotros en Kovix. ¡Al contrario!


Nicolás Kovalsky

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